Prohibir la Aspersión con Glifosato

A pesar de que la aspersión con Glifosato fue una de las banderas de campaña del presidente Duque, y que cada uno de los tres ministros de defensa que han pasado por el gobierno actual, ha prometido dar resultados frente la única solución que parece eficiente en un país inundado en cultivos de coca, la realidad es que la aspersión sigue siendo una asignatura pendiente y los avances en el tema son pírricos, pues en términos prácticos, no pasan de anuncios y alocuciones. Incluso, el tema de la lucha contra las drogas fue una de las tareas que encargó el presidente a Juan Carlos Pinzón, quien se refirió al tema de la aspersión aérea esta semana: “es una herramienta más en la lucha contra el narcotráfico, aunque no es la única ni es mágica”.

Mientras las investigaciones de los entes de control han demostrado la infiltración de grupos armados al margen de la ley con dineros del narcotráfico en los colectivos de “primera línea” y la financiación de los actos vandálicos ejecutados en todo el país dentro del marco del llamado “paro nacional”, quienes los dotan de protección desde el congreso y sus aliados políticos presentaron un nuevo proyecto de ley que busca prohibir la aspersión con glifosato. El senador del partido Verde Antonio Sanguino radicó, junto con 45 congresistas más, una nueva iniciativa legislativa que busca priorizar la estrategia de erradicación y sustitución voluntaria de cultivos de uso ilícito, la cual ha fracasado por casi una década.

¿Legisladores de escritorio que no logran entender las lógicas rurales y la manera como la producción de coca opera en manos de grupos armados en la Colombia más profunda, o cómplices silenciosos de la industria del narcotráfico quienes a cambio de intereses ocultos sirven como aliados de sus operaciones desde el capitolio de la república?. No da el tema para pensar en otros posibles escenarios en un país que encuentra en la poderosa industria del narcotráfico los recursos para la desestabilización institucional.

Como es habitual, amparándose en el desprestigiado embeleco llamado Acuerdo de Paz, este proyecto además de ponerle freno a las intenciones del Gobierno de retornar a la aspersión con el glifosato para la lucha contra las drogas, dice poner en el centro a los campesinos, considerados el eslabón más débil de la cadena. “Este es un proyecto que se articula con lo dispuesto por el Acuerdo de Paz en su punto 4 y busca alternativas fuera de la aspersión, para acabar con los cultivos de uso ilícito, como la erradicación manual y verdaderos proyectos de inversión para los campesinos, que sufren todos los flagelos como la violencia, el abandono y la intoxicación de sus campos con este herbicida”.

Olvida el senador Sanguino, que el glifosato es un químico utilizado -en diversas proporciones- en la mayoría de los cultivos agrícolas del país y que no existen estudios que demuestren que pueda ser causante de enfermedades como el cáncer.

De hecho, según un estudio ordenado por la Unión Europea, el glifosato no es cancerígeno y por lo mismo se permite en el uso agroindustrial. En Colombia desde hace más de 60 años se usa, para la fumigación en cultivos de plátano, arroz, café, maíz, entre otros sin que se hubiere reportado un solo caso de cáncer por su utilización.

Hoy Colombia tiene 245 mil hectáreas de coca, una cifra histórica, pues en 2010, al salir el expresidente Uribe, quien combatió la coca con fumigación, solo había 159 mil hectáreas, con una estrategia que pasaba por la erradicación manual y la aspersión aérea.

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